Mi Historia

Era una joven mamá de 27 años cuando entré a trabajar a mi primer empleo. Me di cuenta de que no era atractiva físicamente. Realmente me sentía como «Bety La Fea» (muy inteligente, pero poco agraciada).

Ese fue el momento en el que por primera vez noté que me afectaba mucho tener los pechos caídos, el abdomen flácido, rasgado por las estrías y muchos kilos de grasa alrededor de mi cintura.

Mi aspecto físico se convirtió en mi obsesión y ahí comencé la carrera “cómo perder grasa” a costa de lo que sea.

Me volví especialista en dietas de pechuga-lechuga, masajes adelgazantes, malteadas quemadoras de grasa, pastillas para quitar el hambre, fajas de yeso, entrenamientos físicos agotadores, tratamientos de cavitación, y varias cosas más.

¿Qué era lo que realmente quería?

Yo miraba cómo los hombres volteaban a ver los cuerpos atractivos de mis compañeras de trabajo y a mí, ni un lazo me echaban.

Me sentía invisible, poquita cosa. Por eso me aferré a buscar una fórmula que me adelgazara y reafirmara todas las partes de mi cuerpo que se habían caído desde que di a luz a mi hijo.

Yo pensaba que si adelgazaba sería alguien popular. Quizá hasta podría aspirar a un mejor puesto de trabajo. Así que, la grasa y la flacidez se convirtieron en mis enemigos.

Pero, ¿realmente para qué quería perder peso y estar fit?

Mi verdadera lucha estaba en que no me amaba y no me aceptaba como era.

Esa falta de amor y respeto a mí misma me llevaron a usar o tomar cualquier cosa que prometiera que desvanecería la grasa.

Incluso probé varias cosas que eran riesgosas, como inyectarme yo misma carnitina en el abdomen para «quemar» grasa.

Las consecuencias de tomar el camino incorrecto…

En esa búsqueda de adelgazar obtuve algunos buenos resultados. Con cada intento que hacía adelgazaba mucho. Pero pronto los kilos perdidos regresaban con amigos.

Con el tiempo me di cuenta que cada vez era más difícil adelgazar. Así que, intenté algo, que según yo, acabaría para siempre con la grasa y la flacidez:

Cuando cumplí 33 años me practicaron una cirugía plástica que incluyó liposucción de abdomen, espalda, piernas, brazos y levantamiento de bubis.

¡!Wow! Pensaba que quedaría como una modelo.

Por fin, podría ir de fea a guapa en 15 días. Pero las cosas no sucedieron así…

Primero porque la cirugía duró casi 10 horas y pedí tanta sangre que caí en un grave estado de anemia y debilidad.

Segundo, porque resulté alérgica a las suturas y las heridas se me abrieron y me sentía horrible.

Además, la piel de mi torso se puso tan acartonada e insensible que ese resultado me deprimió mucho.

Después de 5 meses de fisioterapias me dieron de alta y ¡lo que vi en el  espejo me encantó!

¡Por fin tenía el cuerpo que tanto había soñado!

Me operaron el cuerpo, pero mi mente no cambió

 

Seguí haciendo mi vida normal. Continúe con los malos hábitos y mi vida de excesos que me habían llevado a engordar y a estar fuera de forma.

Alcohol, cafeína, develadas, malos hábitos de alimentación y mucho estrés eran la historia de todos los días.

Estaba viviendo tan fuera de mi balance que de pronto un día me subí a la báscula y…

¡Había engordado 10 kilos después de la cirugía!

De nada sirvió el trabajo perfecto que había hecho el cirujano. Me sentí muy enojada conmigo misma por no ser capaz de controlar mis malos hábitos.

Una noche desesperada lloré, patalee como niña, hasta que me sequé por dentro.

Aquel día me di cuenta de que necesitaba amarme  más y cuidarme bien.

Le pedí perdón a mi cuerpo por tantas barbaridades que le hice. Me prometí que me respetaría y me cuidaría como nunca antes lo había hecho.

Ese fue el momento clave de mi vida donde descubrí que ninguna solución que venga de afuera (dietas, cirugías y productos milagro) te va a mantener delgada, en forma y feliz.

Lo que necesitaba era CAMBIAR MIS HÁBITOS DIARIOS para construir un estilo de vida saludable a largo plazo que me hiciera feliz

El plan paso a paso que me dio libertad

En seguida hice un plan para recuperar mi salud y estar en forma, pero esta vez amando y respetando mi cuerpo.

Hice 3 cosas muy importantes que me ayudaron mucho:

1. Tirar a la basura las cremas, malteadas, pastillas y demás porquerías que había comprado para adelgazar.

Esta vez quería lograr el resultado partiendo de mi cambio de mentalidad y tomando mejores decisiones para formar buenos hábitos.

2. Nunca más hacer una dieta.

No quería someterme a ningún régimen de hambre que me hiciera sentir miserable.

En lugar de eso, adopté un estilo de alimentación intuitivo en el que agregaba más alimentos saludables en lugar de prohibirme cosas que me gustan. Así me enamoré de la comida saludable.

3. Hacer un “makeover” de mi cocina.

Eso significa una renovación total. Tiré a la basura todos los alimentos chatarra porque eran una gran tentación cuando llegaban los momentos de los antojos.

También me hice de un set de utensilios de cocina que me ayudaron a dar los primeros pasos como cocinera novata.

Quemar los barcos fue la pieza clave de mi transformación

Mi plan comenzó a dar algunos resultados, no tan rápido como quería. Para entonces tenía más de 40 años y estaba sintiendo que mi metabolismo era como un carro viejo que anda muy lento.

Surgieron problemas en mi plan que me hicieron dudar si estaba yendo por el camino correcto.

Primero, me encontré con información muy contradictoria respecto a las pautas de la buena alimentación.

En un blog que seguía decían que “X” era buenísmo y en otro sitio decían que era veneno. Eso me generó mucha confusión. No tenía un coach o un mentor que me aconsejara.

Segundo, estaba haciendo mi cambio sola. Eso hacía que unos días estuviera motivada y otros días quería botar todo.

Mis resultados no estaban siendo consistentes, porque aunque mi objetivo era crear buenos hábitos de salud y alimentación, la realidad es que no sabía cómo crear hábitos que se quedaran conmigo a largo plazo.

Tercero, estaba auto-sabotéandome. Al ver que no progresaba como yo quería, tenía ideas recurrentes de regresar a tomar pastillas. Un día hasta pensé en hacerme de nuevo la cirugía.

¡Qué ideas locas tenía otra vez en mi cabeza!

De todo este conflicto surgió una voz interior que me dijo:

“Ponte en el punto de no retorno, quema tus barcos y comprométete a seguir con tu plan. Ten paciencia, controla tu mente y acabarás lográndolo”.

Y decidí quemar mis barcos y en lugar de hacerme otra cirugía plástica invertí mi dinero en educarme. Hice la carrera de health coaching y tomé otros cursos de nutrición y estilo de vida saludable.

Además, estudié PNL (Programación Neurolingüística), lo cual me ayudó a cambiar mis hábitos al crear nuevos patrones de pensamiento.

Siempre hay una nueva oportunidad después del caos

Comencé a poner en práctica todo lo que estaba aprendiendo. Por primera vez me sentí feliz de hacer cambios en mi estilo de vida. En el transcurso de 2 años tuve resultados maravillosos:

Perdí bastantes kilos de exceso de grasa. Por fin, pude estabilizar mi peso y mantenerlo sin hacer dietas. Y aunque no soy flaca, me siento genial en mi peso y con la forma de mi cuerpo.

Aprendí a construir hábitos diarios y a tener paciencia para ver los resultados.

No sabía cocinar y ahora es una de mis grandes pasiones.

Por fin, pude encontrar una actividad física que amo: la yoga. Este es el hábito que más trabajo me costó formar, pero finalmente descubrí la forma de volverlo parte de mi vida.

La luz al final del túnel

Quiero contarte que soy casada por segunda vez. Agustín, mi actual esposo, me ha apoyado mucho en mi proceso de cambio.

Él ha sido un pilar importante para hacer el hábito del ejercicio. Me acompaña a la clase de yoga cada tarde y eso me anima a continuar haciéndolo porque en compañía es mejor que sola.

También mi hijo César, que hoy ya tiene 25 años, me motiva a seguir trabajando en mí. Le encanta que cocinemos juntos.

Hacemos las versiones saludables y caseras de comidas que le gustan como hamburguesas, alitas de pollo y papas. Porque comer saludablemente no está peleado con la comida que nos genera confort.

Juntas somos más fuertes

No pasó mucho tiempo para que toda mi experiencia acumulada y mis estudios profesionales los pusiera al servicio de otras mujeres.

Quería ayudar a las mujeres que están pasando por lo mismo que yo pasé.

Necesitaba llevar una luz de esperanza a muchas mujeres que están batallando con su peso y su salud.

Sé que es posible que te hayas sentido identificada con alguna parte de mi historia. Tal vez estás cansada de intentar e intentar y no lograr nada.

Hoy quiero darte un mensaje alentador: es posible hacer el cambio de hábitos para ponerte en forma y sentirte de nuevo atractiva. 

Este blog está cargado de contenidos y recursos que van a ayudarte a construir los HÁBITOS DE SALUD Y ALIMENTACIÓN que necesitas. 

Con cada pequeño cambio que hagas, te va a gustar nuevamente lo que ves en el espejo y te vas a sentir orgullosa de ti.

«Si yo lo hice, tú también puedes hacerlo.»

Hasta pronto querida compañera de viaje.

Diana Alva

Health Coach y Master en Programación Neurolingüística.

¡No esperes ni un día más para transformarte en esa mujer que sueñas ser!